Llevo diez años vagando de un sitio a otro sin asentarme en ninguno, sin tener un hogar. Los mismos años que han pasado desde que murió mi hermana Marta. Ella había hecho un intercambio en Sudamérica y, siguiendo sus pasos de forma (in)consciente, yo elegí terminar mis estudios de grado en Chile.

En uno de mis viajes recorriendo el país con un amigo, descubrí una isla que me recordó de dónde vengo, a Galicia, al lugar de mi infancia con Marta. Supe en ese momento que necesitaba hacer una película allí.

Tres años después, volví unos meses a la isla con mi pareja de entonces, Laura.

Quería hacer una película sobre el fin de unos ritos de trabajo comunitario, pero durante ese tiempo vimos que ya era tarde y esa vida ya casi no existía. Quizás lo que me atrajo de ese lugar fue su desvanecimiento. Tal vez siempre miré a personas o lugares que están perdiendo algo, ya que ese vacío también estaba en mí. Tras este primer viaje me di cuenta de que viajaba como una forma de escapar.

Pasados dos años, volvimos de nuevo a Chiloé para filmar esa experiencia.

La película comienza de una modo más documental, con la inclusión de secuencias meta cinematográficas que hablan del proceso de realización, y se va desvaneciendo hacia imágenes más abstractas, poéticas u oníricas donde el film se vuelve más radical e interesante, dándole al espectador la libertad de sentir la melancolía que recorre toda la pieza.

Con este proyecto estoy descubriendo lo que queda después de haber vivido algo, al dejar atrás, al despedirse. Le propongo al espectador una experiencia con la que reflexionar sobre la posibilidad de aprender a vivir en el mundo sin un ser querido, de vivir con lo perdido, desde el duelo, con lo que (solo aparentemente) ya no está.

Alén mar es una película para aprender a decir adiós.